Nota que Jorge Fernández Era publicó en Facebook ante declaraciones de Abel Prieto y del programa Con Filo respecto a Solidaridad11J. Se reproduce aquí con el permiso del autor.
Al programa Con Filo se le acaban las reservas y se agarra, en un exceso de «bromas» ―lo dicen ellos―, de un manga japonés y de unos memes graciosísimos ―no sé quién pueda afirmarlo― para desbancar a «cierta izquierda oportunista y decadente».
Como no tiene ―tiempo― para debatir a dichos intelectuales, a la «izquierda buena» le ha dado por minimizar el alcance de propuestas ciudadanas ajenas a los «canales correspondientes», esos que con vericuetos, trampas y bifurcaciones lanzan a la bahía, cual detritus, cualquier manifestación de disenso, desde quejarse de nuestros intocables dirigentes hasta pedir se eliminen esas tiendas que nos hacen depender casi única y absolutamente de la moneda del enemigo, causante de todos nuestros males (la moneda no, el enemigo).
No hay espacio en ese espacio para que uno solo de ellos deje hablar, y rebata, a Alina Bárbara López Hernández, doctora en Ciencias Filosóficas ―del montón, ¿no, Abel Prieto?―, quien hoy expone lo siguiente en La Joven Cuba, en su artículo «A un año del 8vo. Congreso del Partido»: «No le sirvió de nada al Buró Político debatir, pocos meses antes del congreso, el informe “Estudio del clima sociopolítico de la sociedad cubana”. Tampoco pudo prever que en el país existían las condiciones para un estallido social, que ocurrió apenas ochenta y cuatro días después de la clausura del congreso y, luego de ello, ha demostrado una notable incapacidad para interpretar las verdaderas causas del conflicto y actuar en consecuencia».
Prieto, la misma persona que se deja presentar por Michel Torres Corona como «intelectual serio, un nombre que “sí significa algo”», y hoy denigra de otros llamándolos «batistianos posmodernos, neobatistianos», fue quien en el año 1996 escribió el artículo «La cigarra y la hormiga: un remake al final del milenio», como respuesta al programa radial «Hablando claro», que hizo una oposición entre el bloque de la cigarra («la artista, la holgazana», «gente que no trabaja con sus manos, gente que no pertenece, digamos, a los trabajadores», que siente «que la Revolución no le ha dado nada») y el de la hormiga (la trabajadora, la que «acumula reservas para el invierno», émula del «hombre de campo, un obrero humilde, un trabajador», que «sabe que la Revolución le ha dado mucho»).
Con Filo «va con todo» contra La Joven Cuba. Vuelve sobre un Manifiesto del que sigue sin citar una línea, parece que le es incómodo defender que en un país donde «la calle es de los revolucionarios» (y las aceras, y las alcantarillas…), se tema que Luis Robles salga a la calle pacíficamente con un cartel que en otro país pareciera escrito y enarbolado por un monje ―ahí está el video, puede verse en Internet―, y le sea impuesta, «apegada a derecho», una pena de cinco años de cárcel.
El programa, tan orientador como siempre, nos pide que leamos en La Jiribilla el artículo «Las palabras y los actos», de Enrique Ubieta, que casualmente contrapone a «los burgueses destronados y sus nuevos y viejos ideólogos» (la cigarra) con (las hormigas) «estudiantes universitarios convertidos en ayudantes de limpieza y de cocina en zona roja, boteros que ofrecían sus almendrones para el traslado de los sospechosos de estar enfermos, soldados y oficiales que transportaban balones de oxígeno».
Abel habló en 1996 ―y hoy parece renegar de ella― de «una “zona de contradicciones” que no debemos eludir: se revelan con frecuencia en nuestro arte, en nuestra literatura, las angustias, dudas y desgarramientos de un minuto como el presente, y muchas veces esto no se comprende, y se le echa la culpa al termómetro de la fiebre del paciente (…). Cuando a un artista o escritor empeñado en tratar los conflictos de la realidad se le pide implícita o explícitamente que dé soluciones a los problemas que plantea, que busque la transparencia unívoca de sus mensajes, que le procure una finalidad directamente educativa a su labor, y que eluda el tratamiento de ciertos temas, se le está pidiendo nada menos que renuncie a lo específico de su trabajo creador».
Citaba también el exministro de Cultura en aquel artículo ―al que hoy le muerde la cola hablando de «ínfulas intelectuales» de los faltos «de moral, de principios» al referirse a colegas que no se atreve siquiera a citar y mucho menos confrontar― ese «discurso artístico-literario de tono apologético y moralizante, carente de búsquedas y de problematización, basado en fórmulas rudimentarias de dudosa eficacia movilizativa…» del que el programa Con Filo, el Noticiero, la Mesa Redonda, Granma, Juventud Rebelde, Trabajadores… son hoy ―agrego yo― el mayor exponente.
Con Filo se suma a la tendencia «abelista» ―con idéntica propensión discriminatoria que la reciente declaración del Secretariado de la Uneac, organización que también dirigió el presidente de Casa― de hablar, al referirse a los firmantes de recientes declaraciones en repudio a la vendetta contra los jóvenes del 11J, de una «cantidad irrelevante de personas». No habría de extrañar que un día pidan se borre de nuestra historia la Protesta de los Trece.
Al cierre del espacio, Michel Torres Corona, el conductor devenido director de la Editorial Nuevo Milenio, como que patina y exclama ―hay que ver hasta dónde ha llegado el «desabeltecimiento de ideas»―: «Los “revolucionarios” [el entrecomillado es mío] somos los únicos capaces de profundizar en el socialismo o retroceder». Y sí, no faltaba más, claro que son capaces de retroceder. Lo hacen.